La mayor cantidad de compañías de alimentos en Latinoamérica continúan usando colorantes artificiales en los productos procesados para resaltar la apariencia de los alimentos y hacerlos más atractivos al consumidor.
Diferentes investigaciones han indicado cómo algunos colorantes artificiales tales como rojo 40, amarillo 5 y amarillo 6 están contaminados con bencidina u otros carcinógenos que provocan reacciones de hipersensibilidad; aumentando en los menores de edad eventos de hiperactividad y déficit de atención.
Pero en recientes estudios se está investigando cómo estos colorantes, pueden afectar directamente nuestra microbiota, tan mencionada hoy en día como un pilar fundamental en la homeostasis intestinal del ser humano.
Aunque los estudios aún son pocos, algunos resultados revelan que, si la microflora intestinal participa de la degradación de estos compuestos, pueden formarse metabolitos secundarios más peligrosos que el propio colorante, representando un serio problema a la salud del consumidor.
Sistemas enzimáticos microbianos pueden metabolizar los colorantes azoicos. La liberación de estos componentes en el ambiente no es favorable ya que muchos colorantes azoicos en su degradación dan como resultante productos tóxicos y/o mutagénicos.
Sabemos que cuando nos alimentamos correctamente, estamos alimentando a nuestra microbiota y está a su vez, nos devuelve ese acto con beneficios para nuestra salud.
No debemos olvidar que ella hace parte fundamental de todo el proceso de absorción de los alimentos que ingerimos.
¿Pero qué sucede si lo que le damos a esos microorganismos no es lo que ellos requieren?
En el caso puntual de los colorantes artificiales, podríamos estar afectando directamente el equilibrio entre las diferentes cepas de microorganismo, aumentando aquellas cepas que necesitamos en menor medida y como resultado de este desequilibrio las bacterias beneficiosas para nuestra salud, podrían disminuir.
(Toxicología de los colorantes alimentarios. Sara Kobylewski , Michael Jacobson)
